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PRIMOS DE TODOS

Estamos sentados en la mesa del bar, en Copenhague, la ciudad de los muchos bares. Pero nosotros siempre venimos a este. Lo abrimos para la primera ronda de cervezas, el sábado a las tres de la tarde.

Todos somos otros aquí. Los extranjeros  que no llegamos de la ignorancia y el olvido. Llegamos desde otras formas de andar perdidos por el mundo.

Aquí hacemos rancho, familia, en la mesa del bar. No nos quedamos solos por inmigrados. Migramos porque nacimos solos, extranjeros, huérfanos. Reeconocemos a uno de los nuestros a la distancia. Sabemos en seguida cuando alguien tiene un pasado errante, transgresor, roquerito, used to use. Lo sabemos aunque ahora lleve ropas de oficinista o de verdulero. Supimos escuchar la misma música en nuestras juventudes inadaptadas, desde cualquier parte del mundo. Soñamos con la grasa de las mismas capitales que no eran Copenhague.

Hace un tiempo se nos unió ella, la más bella. Entró con su vestido glamorosamente blanco. Siempre lleva unos vestidos fabulosos. No los consigue en las casas de segunda mano como hacemos los demás. Tiene que recorrerse las casas de tallas extra grandes y pagar lo que le pidan. Pero lo hace. Porque todo su atuendo significa tanto para ella, para contrarrestar de algún modo imaginable su cuerpo de basquebolista escandinavo con ese yo brutal que le viene de adentro.

Después se nos unió el palestino alcohólico que creía que en Europa iba a encontrar el mundo. Nos encontró a nosotros y tuvo que aprender a soportarnos, aunque a veces es demasiado culto para entender de lo que hablamos.

Si se habla de fútbol, Alec, el escocés y yo, hacemos cosa común porque sabemos un idioma que los demás no entienden, un idioma que viene de larga data. La tradición nos determina tanto como nos corroe. Somos la misma mierda, seguidores de seleccionados gloriosos que no respeta nadie. Pero no nos importa, estamos en otro nivel, aquí, rodeados de gente que ni sabe que el fútbol existía antes de Pelé, Garrincha y el mundial que nunca existió.

Una de las teorías conspiratorias más hermosas y menos conocidas es la que sostiene que el mundial del 58 nunca sucedió, o al menos no se jugó en Suecia. Según esa teoría, se jugó en algún lugar de los Estados Unidos que no recuerdo, y se montó con técnicas cinematográficas para ser compartido con el resto del mundo en directo en televisión por primera vez en la historia.  Sencillamente maravilloso. Somos más defensores de esa teoría, cuanto más borrachos estamos.

Es parte de lo que nos define. Como un semáforo en amarillo que está junto a la escalera para bajar a los baños, demasiado angosta y empinada para el tipo de mercadería que se consume en el local.

Pasan los años y seguimos, obstinados, intentando fumar adentro, aunque sea unas pitadas. Para no salir a la intemperie helada que, al final, después de juntar entre todos la suma más cercana posible a lo que se debe, terminamos encarando.

Cerramos el bar y nos llevamos la última ronda de cervezas para el camino. Nos vamos cantando La Internacional, abrazados.

Hay un semáforo en amarillo junto a la escalera para bajar a los baños, demasiado angosta y empinada para el tipo de mercadería que se consume en el local.Pasan los años y seguimos, obstinados, intentando fumar adentro, aunque sea unas pitadas. Para no salir a la intemperie helada que, al final, después de juntar entre todos la suma más cercana posible a lo que se debe, terminamos encarando. Cerramos el bar y nos llevamos la última ronda de cervezas para el camino. Nos vamos cantando La Internacional, abrazados.

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